NI AL LOCO, NI AL MAGO, NI AL POETA

Tensa la cuerda. Hago mías las palabras del amigo (allá lejos, desde una tierra olvidada), pero tengo miedo de escuchar otras palabras. Son las voces, reales o imaginarias, que llegan hasta mi alma, del otro lado, y que juegan a dormir en mi cabeza como el canto de un loco extraviado que aprende a cerrar los ojos. Son las voces del dolor y de la ausencia (nacen ya muertas) que anticipan la lucidez; o es la voz de la claridad, el “don de la ebriedad”, que anticipa el conocimiento. Y si hubiera que explicar aquel poema (“Oh, claridad sedienta de una forma,/de una materia para deslumbrarla/quemándose a sí misma al cumplir su obra”) habría que callar hasta hacer daño, habría que volverse hacia el silencio hasta perder el sentido. Porque ya lo decía Claudio Rodríguez: “hablar de las palabras es perder las palabras”. Y todo se reduce a esta cadena de naufragios, simulacros y condenas. Cuerda de voces que hablan, cuerda de voces que callan... Y a cierto aprendizaje de un poeta que hace con el truco de algún mago (un truco, al fin, sin destino, sin fecha, razón o destinatario) un universo encantado. Porque también los poetas se conforman con llegar a las estrellas y apagarlas, poco a poco, con artimañas de magia. Y así, después, en lo que queda de ellas, es el polvo que ya nadie toca, la imagen interior que nos desvela; pero “entonces” (siempre) es ya muy tarde, la vida tensa la cuerda, y la lección que se aprende (a mantener los ojos cerrados, como el loco: si se aprende tan siquiera una lección tan pequeña) ya no le sirve ni al loco, ni al mago hacedor de universos, ni al viejo aprendiz de poeta. “Algunos me recuerdan –escribe Leopoldo María Panero en La canción del croupier del Mississipi), dicen/con la copa en la mano/hablando mucho,/hablando para poder existir de que/no hay nada mejor que decirse/a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube/la marea del vino en la sangre y el alma”. Y si hubiera que explicar este poema habría que callar hasta hacer daño, habría que volverse hacia el silencio hasta perder el sentido. Son las voces, reales o imaginarias, que llegan hasta mi alma. Cuerda de voces que hablan, cuerda de voces que callan. Tensa la cuerda.
0 comentarios